Sí, tal como se lee en el título: hay fábricas, verdaderas fábricas, con una gran cantidad de funcionarios que marcan tarjeta y trabajan en función de metas, como en cualquier empresa, pero que se dedican a propagar noticias falsas, especialmente a través de redes sociales.
Lo hacen en forma masiva e indiscriminada, y siempre por motivos políticos. Quizá la más conocida es la ubicada en San Petersburgo, Rusia, donde funciona la Internet Research Agency (IRA, en la foto), pero también ha habido otras muy famosas, y que además han trabajado en conjunto, como fue Cambridge Analytica, con base en Londres.
El tema ha reflotado y adquirido actualidad en Chile, debido a los dichos del jefe subrogante de Departamento de Estado, Michael Kozak, quien aseveró el viernes 25 de octubre, ante un comité parlamentario de su país, que “hemos detectado en las redes sociales cuentas falsas que emanan de Rusia, que son personas que fingen ser chilenas, pero en realidad todo el mensaje que están haciendo es tratar de socavar todas las instituciones y la sociedad chilena”.
Muchas menos específicas fueron las palabras del presidente Donald Trump, el cual, en conversación con su par Sebastián Piñera, dijo que existen “esfuerzos extranjeros para minar las instituciones” de Chile.
A los rusos, por supuesto, las palabras de Kozak y las de Trump, que corren por el mismo carril, no les cayeron muy bien, y no tardaron en salir a desmentirlas. “El gobierno de EEUU aprovecha la compleja situación interna en Chile para continuar sus intentos de enlodar la política exterior de nuestro país”, aseveró el viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Riabok, agregando que estos son “sucios métodos” que Estados Unidos ha utilizado antes.
La IRA
De momento lo único que tenemos al respecto es un cruce de declaraciones, pero existen numerosos antecedentes que muestran la forma en que Rusia ha operado en procesos políticos externos, como las elecciones de 2016 en EEUU, o el referéndum del Brexit, en Inglaterra.
En el primer caso, el reporte efectuado por el fiscal especial Robert Mueller, acerca de la interferencia rusa en la elección presidencial estadounidense, comienza justamente explicando cómo funcionaba la IRA. Al respecto, indica que IRA es una empresa financiada por el multimillonario Yevgeny Prigozhin, quien está estrechamente vinculado al presidente Vladimir Putin, al punto de que han sido fotografiados juntos en algunas ocasiones, como en esta foto, del diario británico The Guardian:
El informe señala que “IRA usó cuentas de redes sociales y grupos de interés para sembrar discordia en el sistema político de EEUU a través de lo que denominaron una guerra de información. La campaña evolucionó desde un programa destinado a debilitar el sistema electoral de EEUU en 2014 y 2015, a una operación dirigida en 2016 para favorecer al candidato Trump y desacreditar a la candidata Clinton”.
Al mismo tiempo, precisa el documento, “el gobierno ruso empleó un segundo tipo de interferencia: ciberintrusiones (hackeos) y entregas de material hackeado dañino para la campaña de la candidata Clinton. Estas operaciones fueron llevadas a cabo por el servicio de inteligencia conocido como Directorio General de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército ruso (GRU)”.
¿A quien entregaron dichas informaciones? A Wikileaks. De hecho, uno de los más conocidos colaboradores del presidente Trump, Roger Stone, que fue detenido en febrero de 2019, ha sido reiteradamente sindicado como el contacto de los republicanos con Julian Assange, cargo que ha negado, lo mismo que el mandatario, quien ha señalado que “no sé nada sobre Wikileaks. No es asunto mío”.
Volviendo a IRA, la misma investigación estableció que Facebook identificó 470 cuentas falsas creadas por dicha compañía, las cuales efectuaron (entre todas) al menos 80 mil posteos entre enero de 2015 y agosto de 2017, incluso después de la elección de Trump. “Facebook estima que con ello alcanzaron al menos a 126 millones de personas”, puntualiza Mueller. En otras palabras, los mensajes falsos fabricados desde San Petersburgo llegaron a cerca de un tercio de los estadounidenses y para ello no solo usaron posteos “orgánicos”, sino también posteos pagados. Se estima que compraron cerca de 3.500 avisos en dicha red social, con el fin de llegar a la mayor cantidad de audiencia posible.
Como consecuencia de sus investigaciones, Mueller acusó a tres empresas rusas (IRA y sus subsidiarias) y 13 ciudadanos de ese país, encabezados por Prigozhin, de haber conspirado para interferir en el proceso eleccionario de Estados Unidos.
En la acusación, Mueller señala que IRA contaba con millones de dólares (no precisa cuántos) para operar en lo referido a Estados Unidos y que empleaba a cientos de trabajadores. Tenía, entre otros, un departamento de gráfica, un departamento de análisis de datos y otro de tecnologías de información, además de los bots que estaban todo el día posteando mensajes falsos y haciéndose pasar por ciudadanos estadounidenses, agitando foros y chats sobre política. Todos ellos pertenecían a un departamento especial que se denominaba “el proyecto de traducciones”, el cual operaba en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube.
El troll ruso
Entre los 13 acusados se encuentra Marat Mindiyarov, quien dio una entrevista al diario The Washington Post. En ella, aseveró haber trabajado solo en lo relativo a blogs rusos. De 43 años, aseguró haber estado un año en IRA, argumentando que al darse cuenta del tipo de lugar que era, “me sentí inmediatamente como un personaje del libro 1984 de George Orwell: era un lugar donde tenías que escribir que el blanco es negro y el negro es blanco”.
Según explicó, había entre 300 y 400 empleados y era como cualquier fábrica. Agregó que él trabajaba replicando comentarios en los sitios web de noticias rusos.
Cada mañana le entregaban un listado de las ideas que debía transmitir, y él las escribía en sus propias palabras.
“Por ejemplo -dijo- cuando yo estaba allá, había sanciones (de la Unión Europea y EEUU) y el rublo empezó a caer. Yo debía escribir todo lo contrario: lo maravillosa que era nuestra vida, lo maravilloso que era que el rublo se estuviera fortaleciendo y ese tipo de absurdos, como que las sanciones nos iban a hacer mas fuertes, y así”.
También relató que se trabajaba en dos turnos de 12 horas, día y noche, y que descansaba dos días y trabajaba dos. El sueldo era del orden de los 700 dólares mensuales y había “normas de producción, por ejemplo: 135 comentarios de 200 caracteres cada uno… tú entrabas y pasabas el día en una pieza con las cortinas cerradas y 20 computadores. Había muchos cuartos así en los cuatro pisos. Era como una línea de producción. Todos estaban ocupados, todos estaban escribiendo algo”.
La estrategia más común, detalló, era trabajar de a tres. “Uno de los tres trolls escribía algo negativo sobre una noticia, y los otros dos le respondían: ‘estás equivocado’, y ponían links y cosas así, y el primero actuaba luego como que lo habían convencido”.
Mindiyarov dijo también que el departamento más deseado por él y sus amigos trolls era el de Facebook, que estaba enfocado en Estados Unidos, y donde pagaban el triple de sueldo. Intentó entrar, pero no pudo, pues se exigía un manejo del inglés de nivel nativo.
El caso del Brexit
En Inglaterra, en tanto, el parlamento efectuó una investigación sobre lo ocurrido con el Brexit, y encontró múltiples antecedentes de injerencia extranjera, particularmente respecto de la actividad en Facebook de sujetos que luego se comprobó que pertenecían a la agencia de noticias rusa Sputnik (la cual los británicos señalan que se jacta de ser independiente), los cuales generaron 289 páginas de desinformación que tenían 790 mil seguidores, 170 de las cuales fueron borradas por la empresa de Mark Zuckerberg.
Por su parte, Twitter entregó antecedentes sobre 3.841 cuentas originadas por empleados de la IRA que contenían más de 10 millones de tweets y 2 millones de imágenes, las cuales, detalla el informe, “fueron usadas para influir en la elección presidencial de 2016 en EEU, así como en elecciones y referendos en muchos otros países, incluyendo el Reino Unido”.
Por cierto, otro factor extremadamente importante en todo este cóctel fue la compañía británica Cambridge Analytica, de la cual ya hablaremos.
Mientras preparamos un artículo al respecto, dos datos: en Netflix hay un excelente documental al respecto, malamente traducido al español como “Nada es personal”. En la misma plataforma hay un muy buen documental sobre uno de los personajes mencionados en este libro: “Get me Roger Stone”.