“¿por qué no decís la verdá, won, nos tan fumigando con el chemtrail won, el 5g está detrás de esto, tú trabajái pah un won que es dueño de las comunicaciones en el país. Eres periodista, habla realmente de lo que pasa con las partículas del 5g, poh, gánate la plata como gente poh won, aquí me presento compadre, somos chileno’, nos ‘tan fumigando, el nuevo orden mundial lo están instaurando y no han hablado ná ustedes en la tele… están matando a tus hijos… los están fumigando de arriba… estudiaste cinco años ¡cómo no soi capaz loco de hablar de eso! ¡Se están vendiendo al nuevo orden mundial!”
Todo ello y un poco más gritaba hace algunas semanas un joven moreno, con el pelo rapado (lo que se adivina, pese a que llevaba un jockey que le cubría la cabeza) a un periodista del matinal de Chilevisión, que tuvo el infortunio de ponerle un micrófono en alguna calle de la Florida (Mira aquí el video: El 5g, el 5g…).
Su aspecto y lenguaje indican que es muy probable que el conspirativo y desafiante personaje haya leído mucho sobre neonazismo chileno (no solo por la conspiranoia, sino por sus menciones al “Nuevo Orden Mundial”, tópico favorito de los neonazis criollos), pero más allá de ello, lo que refleja su intervención es algo que es muy fácil de constatar solo entrando a Twitter o Facebook: que en medio de la situación actual se ha producido una pandemia de ideas conspiranoicas que si bien no son nuevas, han tenido una especie de revival en estos tiempos, pese a que sobrepasan incluso la lógica más mínima, como la de que estamos siendo “fumigados” con el uso de aviones jet, debido a las estelas de condensación que estos dejan, hasta la relativa a que el coronavirus se expande en el aire por medio de las antenas 5G, quizá una de las ideas más absurda de todas, no solo porque el coronavirus es una entidad biológica que obviamente no se transmite por medio de ondas electromagnéticas, sino porque aún no existe ni una sola antena 5G en Chile ni en parte alguna de América Latina (aquí pueden leer un reportaje de National Geographic al respecto).
La inteligencia de EEUU
A tal punto han proliferado las noticias falsas vinculadas a ideas conspirativas que hace un par de semanas se produjo un hecho inédito en la historia de la inteligencia estadounidense, cuando la oficina del Director Nacional de Inteligencia, que es el organismo que preside la comunidad de inteligencia de EEUU, compuesta por 17 agencias (función que antes cumplía la CIA) emitió un comunicado insólito, titulado “Declaración de la comunidad de inteligencia acerca de los orígenes del Covid-19” en el cual se señala que la comunidad de inteligencia “coincide con el consenso científico en orden a que el virus Covid-19 no fue creado por humanos ni modificado genéticamente”. En el último párrafo del comunicado se señalaba además que “la comunidad de inteligencia continuará examinando la nueva información de inteligencia que emerja, para determinar si el brote empezó por contacto con animales infectados o como resultado de un accidente en un laboratorio de Wuhan”, opción que las autoridades chinas (es decir, de una dictadura) han negado en forma terminante.
Como sea, la oficina del Director de Inteligencia, Richard Grenell (un funcionario político, designado en tal cargo por Donald Trump) fue la que quitó el piso a la tesis conspiranoica que el presidente había enarbolado desde un principio y que fue matizando de a poco, hasta que en su versión más suave dijo que el virus se había escapado de un laboratorio chino, lo que la inteligencia de EEUU puso en duda muy diplomáticamente.
Sin embargo, nada de ello sirvió para calmar las pasiones y a poco más de seis meses de las elecciones, Trump volvió a poner en problemas a China, imponiendo nuevas sanciones en contra de Huawei, por lo cual la declaración de la comunidad de inteligencia de EEUU quedará relegada al cajón de las buenas intenciones y nada más.
En Estados Unidos el pensamiento conspiracionista ya se ha extendido con tanta potencia, que uno de los medios estadounidenses más importantes, The Atlantic, lleva ya varias semanas publicando una serie de reportajes y estudios al respecto en medio de un proyecto “Shadowland”, pues aseguran que “el pensamiento paranoide es más poderoso y más peligroso que nunca, amenazando no solo hechos individuales, sino que a la idea de que exista una verdad empírica”.
Por cierto, ello apunta a la era de la posverdad, en la cual los hechos han pasado a tener menos importancia que las creencias personales o las emociones, y el camino que llevó a ella ya se ha estudiado con bastante detalle.
Así las cosas, hoy nos acercamos peligrosamente a algunas ideas expresas en “1984”, de George Orwell. ¿Se acuerdan de ella? Allí, la posverdad se llamaba “Nuevalengua”, la cual operaba sobre la base de dar nuevos significados a las palabras. De ese modo, el Ministerio de la Verdad no se dedicaba, como su nombre parecería indicarlo, a buscar verdad alguna, sino, por el contrario, a inventar formas de falsear la historia. Del mismo modo, el Ministerio de la Paz en realidad era el organismo que manejaba las fuerzas armas y que siempre estaba en guerra, mientras que el Ministerio del Amor era en realidad una policía secreta, una suerte de DINA o Gestapo, cuyo objetivo era lograr que los ciudadanos de Oceanía amaran por sobre todas las cosas al líder Supremo, el Gran Hermano, por medio de la tortura.
Es inevitable no pensar en la “Nuevalengua” cuando Donald Trump, por ejemplo, acusa de difundir Fake News a medios serios, en circunstancias que él es uno de los principales focos de noticias falsas desde que asumió, a tal punto que hace algunas semanas también la mayoría de las cadenas de televisión (a excepción de Fox) decidieron cortar una conferencia en prensa en la cual dicho mandatario comenzó a desautorizar a los científicos que le acompañaban, cuando estos hablaban acerca de cómo combatir al coronavirus.
Justamente, el encono en contra de la ciencia es uno de los principales elementos que el el profesor de Harvard Lee McIntyre detalla, en el libro “Posverdad” como la principal causa de ese fenómeno.
Según el académico, la devaluación de la verdad nace de movimientos como el posmodernismo y la deconstrucción literaria (extendida a otros campos, posteriormente); del declive de los medios tradicionales frente al posicionamiento de los medios sociales, especialmente Facebook; de la desconfianza en las instituciones y, especialmente, del negacionismo científico y algunas de sus principales vertientes: el movimiento antivacunas, la negación del cambio climático y el papel que durante años ha jugado la siniestra industria del tabaco, que financió durante varias décadas supuestos estudios independientes que ponían en cuestión los efectos nocivos del tabaco.
Las ideas conspirativas, por cierto, siempre han existido en la humanidad y son parte esencial de una serie de obras de ficción.
Sin embargo, cuando se intenta presentar como verdadero algo que es manifiestamente ficticio o que no tiene ningún soporte científico, como sucede por ejemplo en programas de televisión como los conducidos por Juan Andrés Salfate o del estilo “Alienígenas ancestrales”, la verdad se erosiona y se daña la capacidad de las personas de distinguir aquello que es falso de aquello que es verídico.
Y así estamos como estamos.
Disclaimer: En varias ocasiones he recibido invitaciones de parte de productoras de televisión chilenas o argentinas asociadas a History Channel u otros medios, para participar en programas destinados a “buscar las huellas de Hitler” en Chile o América Latina y siempre me he negado, pues es algo manifiestamente falso. Lo mismo hice recientemente, cuando me querían entrevistar para un programa acerca de nazis e “Isla Friendship”. Como les dije en aquella ocasión a las personas que me contactaron, si se tratara de algo de ficción, encantado, pero no si tratan de mostrar como cierto algo que no existe.