Opinión: el matinal de Mega y su impresentable invitación al pastor Soto

ACTO 1. Hace tan solo dos semanas, Twitter tomó una drástica medida frente a tres tweets que contenían información absurda acerca del Coronavirus: simplemente los eliminó, pese a que los dueños de las cuentas afectadas por dicha decisión eran Nicolás Maduro y Jair Bolsonaro, dos caras extremas del populismo que campea en América Latina.

Por supuesto, ambos acusaron que se trataba de una conspiración de sus supuestos enemigos y también acusaron ser objeto de censura, pero la explicación de Twitter al respecto fue muy simple: ambos habían violado las normas del servicio en lo relativo a Covid-19, las cuales prohíben informar sobre tratamientos “nocivos o medidas de protección que se sabe que son ineficaces”.

En el caso de Bolsonaro, lo ocurrido dice relación con videos de sí mismo que posteó paseando sin medidas de protección y cuestionando el distanciamiento social como una medida efectiva, entre otras cosas. En cuanto a Maduro, le fue eliminado un tweet en el cual invitaba a preparar un brebaje casero que, según él, eliminaba “los genes infecciosos” del coronavirus, algo que no tiene sustento científico alguno.

Anteriormente, la misma red social, que siempre ha sido muy criticada por las escasas medidas que ha tomado frente al reguero de Fake News que la inunda día a día, había hecho lo mismo con tweets del abogado de Donald Trump, Rudy Giuliani, y con varias otras cuentas que habían difundido información errada acerca del Covid-19.

ACTO 2. El 23 de marzo, igual que cada jornada, las cinco mayores cadenas de televisión de Estados Unidos transmitían en vivo la conferencia de prensa diaria que está realizando cada día el presidente de ese país, Donald Trump, junto a sus expertos en medicina, algo semejante a lo que efectúan en Chile el ministro de Salud y sus subsecretarios. Sin embargo, pasados unos 20 minutos de transmisión, el mandatario comenzó a desautorizar en vivo a los médicos que lo acompañaban. Una a una, cinco cadenas decidieron cortar la transmisión y retirar a sus equipos de la sala de prensa de la Casa Blanca. Solo quedó adentro un equipo de Fox, canal incondicional a Trump, que emitió completa la conferencia, que se extendió por dos horas.

A consecuencias de aquello comenzó un debate de fondo en dicho país: ¿están obligados los medios a transmitir todo lo que el dice el presidente, incluso cuando, como señaló elegantemente MSNBC, entrega “información que no es valiosa para la importante discusión que tenemos respecto de la salud pública”?

Varios periodistas de CNN, en tanto, han manifestado que a su juicio Trump no debería ser emitido en vivo de nuevo, sino que se le debería dar cobertura y posteriormente editar sus dichos.

ACTO3. Igual que en todas partes, en Perú campean las noticias falsas sobre el Covid-19 en redes sociales y medios de prensa. Ante ello, el Ministerio de Justicia comenzó una campaña destinada a que la ciudadanía sepa que en dicho país existe una norma que sanciona la emisión de noticias falsas, con penas que van de los 2 a los 6 años de cárcel, inclusive.

ACTO 4. Mientras en Estados Unidos la prensa e incluso algunos medios sociales como Twitter han comenzado a sacrificar la libertad de emitir opinión en resguardo de la salud pública, entendiendo que la única forma que existe de superar el Covid-19 es por medio de la ciencia y la opinión de los expertos, en Chile, tal como sucedió al inicio de la pandemia en Corea del Norte, nos encontramos con grupos religiosos fundamentalistas (es decir, la antítesis de la ciencia) que han desconocido completamente las instrucciones relativas sobre todo al distanciamiento social. Gracias a la irresponsabilidad de algunos líderes fanáticos, comunas como Osorno, San Pedro de la Paz o Puente Alto se han convertido en focos de irradiación del virus.

Desde el costado de la Iglesia Católica uno de los obispos más conservadores y duros de las curia chilena, Felipe Bacarreza, desconoció sistemáticamente los llamados a no hacer misa, hasta que finalmente el gobierno debió intervenir, ordenando a la fuerza pública la clausura de la catedral de Los Angeles.

Pese a todo eso, esta semana el pastor Javier Soto, uno de los fundamentalistas más violentos e irracionales que ha conocido este país, emitió un video por sus redes sociales llamando a los demás pastores a salir a las calles y felicitando a un pastor de Puente Alto que realizó cultos, pese a estar contagiado de Covid-19, motivo por el cual hoy es investigado por la justicia.

Por cierto, nada de lo anterior debería extrañar respecto de Soto, pero el problema de fondo es que lo invitaron al matinal del canal Mega, dándole una tribuna gratuita para desinformar.

Es tiempo ya de que los matinales (de todos los canales) comiencen a tomar en serio el peso que poseen en la opinión pública y dejen de escudarse en la libertad de expresión para perpetrar verdaderos horrores en nombre de ella, como sucedió en su momento con Nabila Riffo, por ejemplo, o como aconteció ahora con Soto, un personaje que ellos saben que va a emitir condenas a fuegos eternos, insultos y barbaridades varias.

Lo que hay detrás de esas invitaciones no es la libertad de expresión, sino rating. Es necesario decir, además, que todas las libertades conllevan responsabilidades y que además tienen marcos en los cuales se desarrollan. El más elemental es el respeto a los demás (algo que Soto jamás ha tenido), pero hay límites de otro tipo.

Hoy en día, de hecho, todo el país tiene limitado su derecho a la libertad personal por el toque de queda, así como en algunas zonas por las cuarentenas y los cordones sanitarios, pero muchos (no todos, ciertamente) comprenden que ello es necesario en pos de un bien colectivo mayor. Lo mismo, han entendido en otros lares, se puede aplicar a la emisión de noticias falsas o que desinformen respecto de esta pandemia, en orden a que es necesario sacrificar libertades importantísimas, como la de expresión, en pos de un bien superior, cuando se sabe que lo que se está emitiendo es falso o malintencionado.

Sin embargo, el matinal de Mega decidió ir en otra dirección. Muchos piden sanciones al respecto por parte del Consejo Nacional de Televisión y es posible que las haya, pero la principal sanción es muy simple.

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